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Monday, April 8, 2024

 


El Secreto de las Sombras Celestiales

 

Hace muchos años en un pueblecito llamado Izamal en Yucatán vivía un pequeño llamado Paco y su anciana abuela Doña FiloEl pequeño Paco, buscando las respuestas a su mente inquieta, sentía una fascinación inexplicable por las estrellas, la Luna y el Sol. Su abuela, Doña Filo, compartía su amor por la naturaleza y la amplitud del universo.

Un día, mientras paseaban por el jardín, el pequeño señaló al cielo y preguntó: “Abuela, ¿por qué todos miran hacia arriba cuando hay un eclipse solar? ¿Qué hace que sea tan especial?”

Doña Filo sonrió y se sentó en el banco de piedra bajo el roble centenario. Invitó a Paco a sentarse a su lado y comenzó su relato:

“Querido nieto, los eclipses solares son como los secretos que comparte el universo con nosotros. Imagina que el Sol y la Luna son dos amigos que juegan a esconderse. El Sol, tan brillante y poderoso, se oculta detrás de la Luna, y por un breve instante, la luz del día se convierte en penumbra. Es un baile cósmico que nos recuerda nuestra pequeñez y nuestra grandeza.”

 “¿Por qué es importante, abuela? ¿Por qué todos quieren verlo?”

Doña Filo acarició su cabello y continuó:

“Ver un eclipse solar es como tocar la esencia misma del tiempo. Nos conecta con las generaciones pasadas y las que vendrán. Cuando observamos la Luna deslizándose frente al Sol, sentimos que somos parte de algo más grande. Es un recordatorio de que todos estamos unidos en este vasto sistema cósmico.”

El pequeño miró a su abuela con ojos curiosos. “¿Y qué pasa con la naturaleza, abuela? ¿Por qué es tan importante?”

La anciana señaló las flores, los árboles y las mariposas que danzaban en el aire:

“La naturaleza es nuestro hogar original. Antes de las ciudades y las luces artificiales, vivíamos en armonía con los ciclos de la Tierra. Observábamos las estaciones, los ríos y las estrellas para guiar nuestras vidas. Pero a veces, nos olvidamos de esa conexión.”

“Estar en contacto con la naturaleza nos sana. El aroma de la tierra mojada después de la lluvia, el murmullo del viento entre las hojas y el canto de los pájaros nos recuerdan que somos parte de un todo. No somos dueños de la Tierra; somos sus huéspedes.”

 “¿Y el universo, abuela? ¿Por qué debemos mirar más allá?”

La anciana miró al cielo azul y sus ojos brillaron:

“Porque el universo es nuestro libro de historias más antiguo. Las estrellas cuentan leyendas, los planetas guardan secretos y las galaxias susurran misterios. Al mirar las constelaciones, aprendemos sobre la inmensidad del tiempo y la belleza de la creación.”

“Recuerda, que todos somos parte de este gran sistema. Las estrellas que brillan en la noche también laten en nuestro corazón. Así como el Sol y la Luna se abrazan en un eclipse, nosotros también debemos abrazar nuestra conexión con la naturaleza y el universo.”

“Gracias, abuela. Creo que ahora entiendo.”

La abuela le tomo las manos... “Nunca dejes de mirar hacia arriba, querido.  Allí encontrarás respuestas y sueños que te acompañarán toda la vida.”

Y así, el niño siguió mirando al cielo, buscando los secretos de las sombras celestiales y encontrando su propio lugar en el gran sistema que une a todos los seres vivos.

 

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