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Wednesday, February 28, 2024

 



La Habana y Cádiz: Dos almas hermanas

En el rincón del Atlántico, donde las olas susurran secretos, dos ciudades se entrelazan, como notas en un bolero. La Habana, con su piel de añejas fachadas, y Cádiz, con su brisa salada.

La Habana, la dama de los trópicos ardientes, sus calles adoquinadas, testigos de siglos emergentes. Sus balcones, como brazos abiertos al mar, guardan historias de corsarios y amores que no se olvidarán.

Cádiz, la joya andaluza, bañada por el sol dorado, sus plazas bullen de vida, como un tablao flamenco animado. El Malecón habanero, en su reflejo, se asoma, mientras el Atlántico acaricia sus playas de arena y aroma.

Ambas ciudades, separadas por miles de kilómetros, comparten un linaje de navegantes y sueños. Los barcos antiguos, las rutas comerciales, tejen hilos invisibles entre sus calles.

Cádiz, con su catedral que toca el cielo, y La Habana, con su Morro vigilante y fiel. Las guitarras resuenan en las noches estrelladas, como si el son cubano y el flamenco se abrazarán.

En los patios andaluces, flores y palmas se entrelazan, mientras en los patios habaneros, el tiempo se deshace. Las risas, los lamentos, los versos de trovadores se funden en un abrazo eterno, sin temores.

Cádiz, la versión española de La Habana, donde los corazones laten al compás de las mareas. Dos almas hermanas, unidas por el viento y la sal, bailando juntas en la danza de la historia universal.

Así, entre las palmas y los naranjos en flor, se escriben versos de amor y nostalgia, con fervor. La Habana y Cádiz, dos ciudades que se miran, como dos amantes que se encuentran en un sueño sin fin.

Friday, February 23, 2024



Cuento para una noche de desvelo.

Ella se llamaba Laura y vivía en una ciudad gris y aburrida, donde todo era rutina y monotonía. No le gustaba su trabajo, ni sus amigos, ni su familia. Se sentía atrapada en una realidad que no le ofrecía nada nuevo ni emocionante.

Un día, mientras navegaba por internet, encontró un anuncio que le llamó la atención. Decía algo así:

"¿Estás cansado de tu vida? ¿Quieres vivir una aventura espacial? ¡Apúntate al programa de colonización de Marte! Buscamos voluntarios para viajar al planeta rojo y formar parte de la primera comunidad humana fuera de la Tierra. No se requiere experiencia previa, solo ganas de explorar y aprender. ¡No dejes pasar esta oportunidad única!"

Laura no lo dudó ni un segundo. Rellenó el formulario, hizo las maletas y se a una montaña, donde la esperaba una nave espacial que la llevaría a su nuevo destino. No le importaba dejar atrás todo lo que conocía, ni los riesgos que implicaba el viaje. Solo quería escapar de su realidad y buscar otro mundo.

El viaje duró varios meses, durante los cuales Laura conoció a otros voluntarios como ella, que compartían su sueño de vivir en Marte. Juntos, aprendieron sobre el planeta, su geología, su clima, su historia. También se entrenaron para adaptarse a las condiciones de vida marcianas, como la baja gravedad, la escasez de agua y la radiación solar.

Cuando llegaron a Marte, se sintieron como los primeros exploradores de un territorio desconocido. Se instalaron en unos módulos prefabricados, que les servían de refugio y laboratorio. Empezaron a realizar experimentos, a cultivar plantas, a extraer recursos. También salieron a explorar el paisaje, a admirar los cráteres, las montañas, los valles. Se maravillaron con la belleza de los atardeceres rojos, las estrellas brillantes, las lunas gemelas.

Laura se sintió feliz como nunca antes. Había encontrado otro mundo, donde cada día era una aventura, donde podía ser ella misma, donde podía hacer historia. Se olvidó de su antigua vida, de su ciudad gris, de su realidad aburrida. Se enamoró de Marte, de sus compañeros, de su nueva vida.

Un día, mientras Laura estaba explorando una cueva, encontró algo que le cambió la vida. Era una puerta metálica, con un letrero que decía: "Proyecto Marte. Simulación de colonización. No entrar". Laura, intrigada, abrió la puerta y entró. Lo que vio la dejó sin aliento.

Dentro de la cueva, había una enorme sala llena de pantallas, cables, ordenadores y cámaras. En una de las pantallas, reconoció su propio rostro, junto al de sus compañeros. En otra, vio la nave espacial que los había traído a Marte. En otra, vio la Tierra, azul y hermosa.

Laura se dio cuenta de que todo era una mentira. Que nunca había salido de la Tierra. Que todo lo que había vivido en Marte era una simulación. Que sus compañeros eran actores. Que su nueva vida era un experimento.

Laura se sintió engañada, traicionada, furiosa. Quiso salir de la cueva, pero la puerta se cerró tras ella. Quiso gritar, pero nadie la escuchó. Quiso llorar, pero no tenía lágrimas.

Y así fue como Laura dejó de ser una mujer marciana y se convirtió en una mujer encerrada.

 


Thursday, February 15, 2024

 


La puerta...
Había una vez un niño llamado Leo que todos los días pasaba por una puerta cerrada muy hermosa en su camino a la escuela. La puerta era de madera tallada con flores y pájaros, y tenía un pomo dorado que brillaba con el sol. Leo siempre se preguntaba qué habría detrás de esa puerta, y se imaginaba todo tipo de cosas maravillosas: un jardín secreto, una biblioteca mágica, un tesoro escondido...
Un día, Leo se armó de valor y decidió tocar el timbre de la casa a la que pertenecía la puerta. Esperó unos segundos, pero nadie respondió. Entonces, con curiosidad, probó a girar el pomo. Para su sorpresa, la puerta se abrió sin resistencia. Leo sintió una emoción mezclada con miedo, y se asomó al interior.
Lo que vio le dejó boquiabierto. Detrás de la puerta había un pasillo lleno de cuadros y estatuas, que parecían cobrar vida al verlo. Al fondo, se oía una música suave y una voz que cantaba. Leo siguió el sonido y llegó a una sala donde había un piano de cola y una mujer de pelo blanco que tocaba y cantaba. La mujer se dio cuenta de su presencia y le sonrió.
- Hola, pequeño. ¿Qué haces aquí? - le preguntó.
- Perdón, señora. Yo solo... me gustaba su puerta y quería ver qué había detrás - balbuceó Leo.
- No te preocupes, no me molesta tu visita. Me llamo Isabel, y soy la dueña de esta casa. ¿Y tú, cómo te llamas?
- Me llamo Leo, señora. Vivo en la calle de al lado.
- Encantada de conocerte, Leo. ¿Te gusta la música?
- Sí, señora. Me gusta mucho.
- ¿Quieres aprender a tocar el piano?
- ¿De verdad? ¿Me enseñaría usted?
- Claro, si quieres. Tengo mucho tiempo libre y me gusta compartir mi pasión.
- ¡Sí, sí, quiero!
Así fue como Leo e Isabel se hicieron amigos, y cómo Leo descubrió el maravilloso mundo de la música. Cada día, después de la escuela, Leo iba a visitar a Isabel y le enseñaba a tocar el piano, a leer partituras, a componer canciones... Leo se sentía feliz y agradecido, e Isabel se sentía acompañada y rejuvenecida. Juntos, crearon una hermosa melodía que resonaba detrás de la puerta más hermosa del barrio.
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Monday, February 12, 2024

 



La Silla Esmeralda

En el corazón de la ciudad, donde las calles empedradas susurraban secretos y las lámparas de gas parpadeaban como recuerdos olvidados, se alzaba una antigua mansión. Su fachada, adornada con hiedra y hierro forjado, ocultaba un mundo de encanto en su interior.

La Dama Seraphina, mujer de gracia y misterio, residía en la habitación más alta. Su guardarropa rebosaba de sedas, terciopelos y encajes, los vestigios de una era pasada. Cada mañana, se enfundaba en un vestido distinto, como si entrara en una memoria olvidada.

Un lunes, cuando el sol pintaba el cielo en tonos de albaricoque y oro, la Dama Seraphina eligió su vestido verde esmeralda. Su satén fluía como un arroyo en el bosque, y el corpiño abrazaba sus curvas con un susurro de elegancia. Recogió su cabello negro como el azabache en un intrincado moño, asegurándolo con un peine de jade.

Descendiendo la gran escalera, la Dama Seraphina entró en el salón de estar. Allí, en la esquina, se encontraba una silla verde antigua, una reliquia transmitida de generación en generación. El terciopelo de su tapizado acunaba su figura mientras se acomodaba en su abrazo.

Y entonces, como si fuera convocado por la magia, apareció el gato negro. Sus ojos, como obsidiana pulida, guardaban secretos más antiguos que el tiempo. El felino rodeó la silla, su cuerpo elegante rozando la tela esmeralda. La Dama Seraphina sonrió, pues sabía que este gato no era un simple minino.

“Cuéntame tu nombre”, susurró, su voz una melodía tejida en el aire.

El gato inclinó la cabeza, como si considerara su petición. Luego, con un estiramiento lánguido, se transformó. Ya no era un simple gato, sino una criatura de sombras, un guardián de cuentos olvidados.

“Llámame Medianoche”, ronroneó, su voz resonando en la habitación.

Y así, la Dama Seraphina y Medianoche se sentaron juntos: la mujer en su trono esmeralda, el gato a sus pies. Hablaron de amores perdidos, hechizos antiguos y el sendero plateado de la luna en el cielo nocturno. El tiempo dejó de existir; las paredes de la mansión absorbieron sus confidencias.

Cuando se acercaba el amanecer, la Dama Seraphina se inclinó hacia Medianoche. “¿Por qué me visitas, misterioso ser?”

Los ojos de Medianoche brillaron. “Porque recuerdas. Honras las historias tejidas en tu vestido, la silla y el mismo aire que respiras. Mantienes la magia viva”.

Y así, cada lunes, la Dama Seraphina se enfundaba en su atuendo esmeralda, se sentaba en la silla ancestral y conversaba con Medianoche. Juntos, tendían un puente entre los reinos: lo mundano y lo místico.

Pues en esa mansión olvidada, donde las lámparas de gas susurraban y la hiedra se aferraba, la Dama Seraphina bailaba con las sombras, y el gato negro compartía secretos que solo la luna comprendía.


Y así, si alguna vez te topas con una silla esmeralda, escucha atentamente. Quizás Medianoche aguarda, dispuesto a desentrañar los hilos de cuentos olvidados. 🌙🖤

Sunday, February 4, 2024

 En estos días donde se habla mucho de conspiraciones, extraterrestres y nos llenan de miedos y mentiras me gustaría hablar sobre algo que me ha llamado mucho la atención durante mi vida adulta.


El Muro de Ross...

El Muro de Ross es una impresionante barrera de hielo que se extiende por casi 800 km de longitud y 970 km de ancho en la costa de la Antártida. Es la plataforma de hielo más grande del mundo y tiene una superficie de 487 000 km², casi del mismo tamaño que Turkmenistán. El Muro debe su nombre al capitán James Clark Ross, que lo descubrió en 1841 durante una expedición naval británica.

Triene un papel crucial en la regulación del clima y el nivel del mar, ya que frena el flujo de los glaciares antárticos hacia el océano. El espesor del hielo varía entre 250 y 750 metros, y el 90% está sumergido bajo el agua. El frente del hielo, que da al mar de Ross, tiene una altura de entre 15 y 50 metros sobre la superficie del agua y es casi vertical.

El Muro ha sido escenario de numerosas exploraciones científicas y aventuras históricas. En 1912, el explorador británico Robert Falcon Scott y su equipo murieron en la barrera de hielo al regresar de su fallido intento de alcanzar el Polo Sur. En 1958, el estadounidense Richard E. Byrd sobrevoló el Polo Sur por primera vez y aterrizó en el Muro de Ross. En 1981, el neozelandés Edmund Hillary y el británico Neil Armstrong lo visitaron como parte de una expedición conmemorativa del 50 aniversario del primer vuelo al Polo Sur.

También ha sido objeto de diversas teorías conspirativas y fantasiosas, que sugieren que detrás de la barrera de hielo se esconde un mundo desconocido o una civilización perdida. Algunos ejemplos son la Atlántida, Asgard o los reinos de Osiris y Lemuria. Sin embargo, estas ideas no tienen ningún fundamento científico y se basan en especulaciones o mitos.

Lo más importante que ha estado ocurriendo en los últimos años es como ha afectado al muro los cambios climáticos.

El muro se está derritiendo por debajo debido al calentamiento de las aguas oceánicas que circulan bajo el hielo. Los científicos han medido que la tasa de fusión es de unos 0,5 m por año en promedio, pero varía según las zonas y las estaciones. Algunas partes del muro de Ross se están adelgazando más rápido que otras, lo que podría debilitar su estructura y estabilidad.

El muro también se está reduciendo por el frente, donde se forman grandes icebergs que se desprenden y se alejan. Estos eventos son naturales, pero podrían volverse más frecuentes y severos si el clima sigue cambiando. El último gran desprendimiento ocurrió en 2016, cuando un iceberg de 5.000 km², llamado A-68, se separó del muro.

Es un ecosistema único que alberga una gran diversidad de vida marina, como peces, focas, pingüinos y ballenas. Estos animales dependen del hielo para alimentarse, refugiarse y reproducirse. También influye en el clima global, al regular el intercambio de calor, sal y nutrientes entre el océano y la atmósfera.

Es una maravilla natural que merece ser protegida y estudiada. Los científicos están realizando expediciones para perforar el hielo y observar el océano que hay debajo, con el fin de entender mejor los procesos físicos y biológicos que ocurren en esta región tan remota y fascinante.